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Entre los recuerdos que atesoro de mi niñez -al pasar las vacaciones con hermanos y familia-, está el de un anciano campesino. Recuerdo a este hombre de avanzada edad, con gran vitalidad y fuerza, que compartía sus historias por las tardes al caer el sol. Todos disfrutábamos escuchar sus aventuras en el campo y las lecciones que aprendió al cultivar la tierra; lecciones relacionadas a la naturaleza, el clima, la semilla y el fruto.

Nunca olvidaré una expresión que el anciano compartió respecto a la siembra y la cosecha. Él decía: “el sembrador sale a sembrar y nunca a pedir. En la siembra tienes la oportunidad de trabajar y esperar pacientemente el fruto y mientras llega, aprendemos a cuidar la tierra y la semilla. Al llegar el fruto, puedes beneficiarte con los tuyos, compartirlo y multiplicarlo”. Una gran enseñanza que sigue teniendo vigencia hoy en todos los campos de la vida.

En el esfuerzo de la siembra hay ilusión, gratitud y generosidad. Cuando aprendemos a sembrar descubrimos que compartir generosamente nos enriquece y es capaz de llevar nuestras preocupaciones financieras a un segundo plano. Sí, en la siembra nuestras energías están enfocadas en la tierra y la semilla, no en el fruto y la recompensa, aunque abrazamos con esperanza que nuestra inversión dará buen resultado con el tiempo.

En la Causa Yo Creo en la Familia aplicamos el principio de la siembra, porque más allá de transacciones financieras y de las posesiones materiales. En la Causa, sembrar tiene múltiples formas y propósitos, pero será siempre una invitación a creer que lo que invertimos hoy, florecerá con el tiempo y dará abundante fruto que bendecirá a los nuestros, familias y trascenderá generaciones.

Queremos invitarte a formar parte de esta aventura, tú puedes ser parte de ella, y existen a tu alcance múltiples formas que podrás encontrar en nuestro sitio web, redes sociales o ver seguido de mis palabras.

Compartiremos este principio con todos, alejados de toda mezquindad y rechazando a toda costa la búsqueda de recursos con motivaciones personales. Esperamos contagiar a otros y sensibilizar a las personas con la generosidad y el respaldo que el prójimo requiere, especialmente aquellos que sufren necesidad material, física o espiritual.

Cualquiera sea el contexto, la siembra y la cosecha nos recuerdan la vital importancia de sembrar para saciar las necesidades de la gente. Quiero despedirme con un principio muy sencillo, pero profundo que dice de la siguiente manera: Solo cosechamos, si sembramos; Solo cosechamos después de que sembramos; Solo cosechamos lo que sembramos; Y siempre cosechamos más de lo que sembramos.

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Fundación Yo Creo en la Familia

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